Era una tranquila tarde de sábado en la comisaría de policía de Boston. Yo, el detective especializado en homicidios Jhon Clark estaba organizando las fotos de mi cargada mesa. Pero no eran unas fotos normales como las que podría hacer una familia de vacaciones en el Caribe, no, eran fotos de cadáveres. Como detective con experiencia en estos casos ya no me inmutaba tanto como podría haberle pasado a cualquier novato de 18 años. Pero esos cadáveres tenían una cosa en común, les faltaba la cabeza. En mis treinta y siete años en homicidios había perseguido toda clase de hombres, algunos mataban por dinero y otros simplemente por locura pero este era un caso especial. Se trataba de un asesino en serie, pero su locura llegaba a tal extremo que después de matar a sus víctimas les cortaba la cabeza y las coleccionaba en donde quiera que se escondiera. Llevaba tres meses en el caso y lo único que había conseguido eran m as fotos de las víctimas de aquel repugnante sicópata.
De repente sonó el teléfono de mi mesa y lo cogí a los pocos segundos del primer ``ring´´. Diga, contesté,
-Hola Jhon soy Peter ven volando a la calle Stillmen te lo contaré todo cuando llegues.
-De acuerdo ya voy espero que sea importante tengo mucho trabajo.
Colgué, recogí mi placa y mi pistola M9 y bajé las escaleras tan rápido como pude. Cuando llegué a la calle me monté en mi volvo y me dirigí hacia la calle Stillmen como me había dicho mi compañero Peter. Por el camino me mataba la curiosidad por conocer el motivo de la llamada, pero cuando llegue encontré una valla marcando un perímetro de seguridad y una furgoneta de los SWAT además de multitud de policías. Cuando bajé del coche Peter vino a recibirme.
-Hola Jhon, por fin hemos encontrado la guarida del sicópata que andábamos buscando-
- ¡ Dices qué está ahí dentro!-
- Si Jhon, una unidad SWAT está a punto de entrar-
-Y entonces para qué he venido-
-Tienes que hacer un informe y estar en con tacto con los SWAT como director del caso.-
Cogí un walkietalki y los SWAT entraron.
-Hemos entrado en el edificio- dijo el capitán SWAT.
-Hay una puerta, la estamos abriendo con la ganzúa-
-Estamos en un pasillo, la luz es escasa-
De repente la respiración empezó a cortársele.
-Es horrible, todo está lleno de san… ¡un momento algo se mueve delante de nosotros viene hacia aquí!-
Se oyeron disparos.
-¡Aaaaaaaaaaaahhhhhhh!-
Entonces todo quedó en un profundo silencio solo interrumpido por el bssssssss del walkietalkie.
-Los hemos perdido- dije aun con el corazón en la boca.
-Voy a entrar-
-¡No Jhon es demasiado peligroso!- Exclamó Peter.
-No toleraré más muerte por parte de ese hijo de perra-
Y entré. Subí las escaleras con mi M9 en la mano derecha y la linterna en la izquierda. En la guarida del asesino había una puerta, estaba entreabierta así que entré. No había luz así que encendí la linterna. Al dar unos pasos mis pies chocaron con algo, contuve la respiración y alumbré hacia el suelo y casi me desmayé con la imagen que vi, hay estaban los SWAT, sin cabeza. En ese momento pensé en mi familia y mis hijos, que tal vez debería haberles dedicado más tiempo, y una gran parte de mi valor se desvaneció y no quería seguir, pero entonces pensé en las víctimas, en la de familias que había destrozado ese monstruo y que si no lo detenía nadie lo haría, entonces mi valor volvió y seguí caminando y llegué a una sala, fría y oscura al igual que el pasillo que había dejado atrás. Alumbré hacia delante y la imagen fue demoledora, vi entonces lo que le faltaba a las víctimas de las fotos y a los SWAT que había visto segundos antes, sus cabezas en estacas. Pero, ¿dónde estaba el asesino? Entonces una gota de sangre me cayó en el hombro y miré al techo y ahí estaba, con su sonrisa de sangre. Se abalanzó sobre mí empuñando en su mano derecha un cuchillo chorreante, forcejeamos y no tuve ocasión de dispararle, pero cuando estaba a punto de rendirme y dejarme matar vi en una cómoda un bote de nitroglicerina que utilizaría seguramente para incinerar los cadáveres. Si disparaba al bote, yo moriría, pero salvaría todas las vidas que ese sicópata pudiera quitar, así que, disparé.
Peter pudo ver horrorizado como el piso explotaba con su amigo dentro.
Dos semanas después de la operación la mujer de Jhon, Susan, acompañada de Peter y sus dos hijos Charlie y Robin lloraba la muerte de un héroe americano, la muerte del teniente Jhon Clark.