viernes, 10 de mayo de 2013

Plantas para el lunes 13 de mayo 2º ESO K




Cytisus scoparius






Cantueso (Lavandula stoechas)

La historia de un jerbo


En Arqueros una de la actividad reina es la de BIOLOGÍA y hemos tenido, entre otros animales, jerbos comunes. Un día, el 21 de diciembre de 2012, mientras que los transportábamos en la furgoneta, la jaula se volcó y la pareja de jerbos que estaban dentro se escaparon por la furgoneta. Durante más de una hora los estuvimos buscando, pero solo encontramos uno de ellos, el macho.

La hembra, por más que persistimos, tuvimos que dejarla abandonada en la furgoneta porque no había manera de dar con ella. Algunos monitores de la asociación se quejaban de haber visto “una rata” entre los pedales de la furgoneta cuando iban a arrancar el vehículo, pero cuando preguntaban siempre obtenían la misma respuesta: eso era una paranoia suya. 





No se pudo ocultar más la evidencia cuando el 7-8 de enero, dos semanas después de que el roedor se escapara, un oler pútrido nauseabundo inundó la furgoneta. Hubo entonces que desvelar la verdad, con la suerte de que ya el daño estaba controlado, la jerbo estaba muerta. Buscamos su cadáver para erradicar el olor… la limpiamos a fondo con aspiradora… pero nada. Los restos del animal no aparecían. Al final tuvimos que conformarnos con comprar un pino sabor a limón y a esperar otras dos o tres semanas a que se fuera el olor…



¿Dónde estaba el animal? ¿Seguiría su cadáver escondido de por vida? A mitades de abril, 4 meses después de que sucedieran estos acontecimientos que hemos relatado, la furgoneta se encontraba en el taller de mercedes, cuando recibimos una llamada del empleado. Nos cuenta flipado que al abrir el suelo debajo del piloto ha aparecido “una rata” tiesa… con un nido… ¡de cables! ¡No podía dar a crédito! La hembra del jerbo se había visto en la necesidad de construir un nido antes de morir y lo había hecho nada menos que con los cables de la furgoneta. ¡Normal que en pocos meses hubieran saltado 4 pilotos del control de mando! Al final la gracia ha costado 150€. Nos quedamos con la anécdota y con la lección de no volver a meter bichos en la furgoneta…